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Calle Puerto Rico, la calle de los sentidos

  • Foto del escritor: Ana González
    Ana González
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

Ella es gozosa, ruidosa, eufórica y despampanante. La seduce el bullicio, la música y la buena comida. Huele a romances y despechos. Baila con alegría cuando la buscan para pasar un buen rato. Ha vivido incontables alegrías y sufrimientos. Es la confidente de las historias más fugaces y de los encuentros más fortuitos. Es la matriarca de quienes la habitan. Es la señora del rebusque, ama de la diversión y protagonista del espectáculo que desfila sobre Ella.


A Ella la llaman Puerto Rico. Un pedacito de tierra en el barrio Santo Domingo Savio, en alto de la ladera nororiental de Medellín. De lunes a lunes la buscan extranjeros, ricos, pobres, niños, viejos, extraños y locos. La buscan para olvidarse, perderse, encontrarse y enamorarse. 


Es la que cura corazones rotos, yerbatera de los enfermos y cantinera de los borrachos, es la que alimenta el estómago y la cultura, es la que canta al oído, es compañera del retraído y amante del solitario.


Ella tiene diez años y cincuenta metros, de progreso y de esperanza que sigue contando día a día al compás de la música y el bullicio.Una historia de contrastes

Ella es condecorada con la historia del sufrimiento, la violencia y la desolación. En sus paredes se esconden gritos cargados de plomo, cicatrices por barreras invisibles e impenetrables e hitos indecibles.


—Antes sí había mucha violencia, esto era parte de una frontera invisible —cuenta Freddy con 38 años de vida y 37 de vecino de esta calle. 


Llegaron a tener hasta quince bandas criminales que dividían familias y amigos. Sin embargo, él se siente satisfecho con la metamorfosis que atestigua a lo largo de su vida. Hoy disfruta de lo que Ella, su calle, le obsequia cada día.


Los habitantes cuentan que con el metrocable, la calle Puerto Rico, deja de ser oscura y escabrosa para transformarla en la pujanza y en el vigor que hoy reluce en su piel empedrada, en su rostro colorido y en sus perfumes exóticos.Ella es como un golpe de eléctrico a los sentidos, “es una experiencia sensorial”, concuerda Freddy. Es una explosión en el paladar gracias a su variedad de restaurantes, una hipnosis de colores  al ver cada uno de sus recintos y un atropello de ruidos y música gracias a sus cantinas y los enormes equipos de sonido de las viviendas. 


Es allí donde se logra escuchar los latidos del corazón de Santo Domingo Savio.


Pues ella está en boca de todos, pero en manos de nadie.


Ella es Puerto Rico, la calle de los sentidos.

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